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Historias de Aventureros (IV): David Livingstone y el corazón de África

David Livingstone fue la clase de explorador y persona que todos deberíamos admirar. Salvo contados viajes, sus expediciones las organizó de tal forma que la gente lo seguía por admiración y no por el interés de enriquecerse. Era un hombre que convencía con la palabra, ganándose la simpatía de las tribus y ciudades por las que pasaba. Fue un médico que luchó contra la esclavitud y que llevaba la aventura y la exploración en su corazón. Esta es la historia de David Livingstone.

Nació el 19 de marzo de 1813 en la pequeña localidad escocesa de Blantyre. Como sus orígenes fueron humildes, sus años de andanzas por el mundo tendrían que esperar, siendo su primer trabajo a los 10 años en una fábrica textil durante 12 horas al día. No obstante, su trabajo no le impidió sacrificar sus horas de sueño para leer y aprender más sobre el mundo. De hecho, a tan temprana edad, se propuso el sueño de ser el mejor misionero en la lucha contra la esclavitud. Sueño que desgraciadamente no vería cumplido. Aunque eso no le impediría seguir luchando por lo creía mientras exploraba los confines más recónditos del continente negro.

 

Livingstone y su grupo

 

Sus esfuerzos le llevaron a graduarse en medicina en el Charing Cross Medical School de Londres. Decidido a comenzar sus andanzas por el mundo, se hizo misionero y preparó su primera misión a China. Pero le fue imposible empezar dicho viaje por el estallido de las guerras del opio en el 39. Esto hizo que fijara otro destino, Ciudad del cabo, en África, donde comenzaría la gran aventura que fue su vida. A su llegada, partió hacia la misión Kuruman en una carreta tirada por diez bueyes. Y sería en esta primera expedición, donde conocería a su futura mujer, Mary Moffat, la hija de, Robert Moffat, el jefe de la misión. Este organizaría, más tarde, una expedición a las regiones centrales de África a la que Livingstone se apuntaría sin dudarlo.

Antes de adentrarse en el desierto del Kalahari, rumbo a lo desconocido, David y Mary decidieron casarse. Su luna de miel tuvo lugar en el lago Ngami, donde se pararon a descansar. Aunque Mary salió mal parada de su paso por el desierto por las altas temperatuas, no desistió en su empeño de seguir acompañando a Livingstone en su viaje. Tras algunas fatigas viajeras más, consiguieron llegar al río Zambeze, donde Livingstone decidió que estaba satisfecho con la expedición y era hora de volver por donde habían venido.

Y fue aquella noche, mientras meditaba mirando las estrellas, cuando oyó un ruido entre la maleza. Curioso por naturaleza, se acercó a mirar y un león hambriento ¡saltó y se lo cenó! Bueno, no le mató, pero le mordió el brazo derecho. Y a punto estuvo de tirarlo al suelo para terminar de comérselo, cuando aparecieron el resto de hombres de la expedición, con lanzas y antorchas en mano, para ayudarlo. Entre eso y los disparos de su amigo, el cazador William Cotton Oswell (quien le ayudo también financiando la expedición), consiguieron que el león se marchase con el rabo entre las piernas. De aquella experiencia nuestro joven amigo Livingstone sacó 14 puntos de sutura y la lección de no subestimar a la sabana.

 

 

En su segundo viaje se había comprometido con la Royal Geographical Society a encontrar una ruta comercial hacia el centro de África a través del río Zambeze. En un momento de la búsqueda, tuvo que desviarse por falta de provisiones, llegando a Luanda enfermo y exhausto. Tras uno días recuperándose, puso rumbo a la fortaleza de San Pedro de la Barra, un puesto esclavista donde las personas que allí sobrevivían esperaban para ser llevadas y vendidas en Lisboa (Portugal) y América. Livingstone se opuso a esta práctica y fue bastante crítico con el gobernador del lugar, pero poco consiguió de él. Faltarían aun años para que se aboliera la esclavitud por completo.

Recorrería África de costa a costa, creando mapas de lo que antes era territorio desconocido, pero sería este viaje por el Zambeze el más agridulce de su vida. En un punto de la travesía, le pareció ver algo en el horizonte. Humo. O una niebla que caía del cielo. Su curiosidad, de nuevo, lo llevó a explorar el origen de ese fenómeno. Según se acercaban, empezaron a oír un ruido que se iba haciendo cada vez más ensordecedor, al igual que la extraña niebla, que era más densa a cada paso que daban. Al acercarse aún más, vieron el origen, una de las cascadas más bella y salvajes del mundo.

 

Río Zambeze

 

Era conocida por los locales como «el humo que truena», pero Livingstone decidió darles el nombre de cataratas Victoria, en honor a la reina de Inglaterra. Su entusiasmo, por desgracia, no duraría demasiado. El río no era navegable para abrir la ruta comercial que le habían pedido, y peor aún…a causa de la disentiría y de unas altas fiebres perdería a su mujer y a su hermano Charles en esta aventura. Cuando los periódicos de la época se hicieron eco de ambas noticias, perdería financiación para futuras expediciones.

Se repuso como pudo de sus pérdidas en Zanzíbar, en una casa cedida por el gobernador, que, a día de hoy, es un museo dedicado a él. Pasó los días discutiendo con este sobre la esclavitud (en aquel momento Zanzíbar era uno de los principales puertos esclavistas del Índico), pero poco consiguió. Hasta que llegó el día. Una nueva misión para Livingstone que sería su última gran aventura conocida. La Royal Geographical Society le encargaría encontrar el nacimiento del río Nilo.

 

David Livingstone

 

Como hemos visto, Livingstone siempre viajaba con su familia y porteadores que, de verdad, querían seguirle en sus aventuras. Pero esta vez, él no elegiría a sus hombres, sino que serían contratados por el gobernador de Zanzíbar. Gran Error. Tras remontar el río Lugenda trató de continuar avanzando por el Shire, pero le sería imposible. Y la esperanza de encontrar el origen del Nilo no sería lo único que perdería. Los porteadores que había contratado el gobernador lo abandonarían, llevándose consigo los animales de carga, las medicinas y las provisiones, dejando a Livingstone a su suerte. Solo se quedarían con él once personas y sus dos fieles ayudantes, los que le acompañaron desde el principio de su aventura en África, Susi y Chumah

Los porteadores, a su vuelta a Zanzíbar, decidieron contar que David había muerto, tratando así de evitar el castigo por su crimen. Y claro, la noticia correría como la pólvora por Europa y América.

Y aquí empezó la parte más desconocida de la vida del bueno de Livingstone. Nadie sabía de él. Con la curiosidad por bandera, el periódico The New York Herald contrató a un periodista galés, Henry Stanley, para que fuera en su búsqueda. La idea era, o bien encontrarlo y entrevistarlo, o confirmar su muerte de forma rotunda. Así que, se puso en marcha con armas, medicinas y provisiones varias en busca de nuestro protagonista.

 

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El periodista Henry Stanley

 

Mientras tanto, Livingstone seguía explorando a pesar de su falta de recursos y hombres, y encontraría el lago Tanganika, además de toparse con algún que otro pueblo esclavista en el que predicaría sobre el mal de la trata.

Al final, agotado, enfermo y desnutrido, seria encontrado por el reportero Stanley tras 296 días de búsqueda. Este le cuidó y le ayudó a reponerse. Y en recompensa, Livingstone haría alguna expedición con él, y le daría mapas e información de la zona para que se llevara de vuelta. Cuando se separaron, las fiebres fruto de la malaria y la disentería le detuvieron cuando avanzaba por Chitambo. Tras luchar contra ellas todo lo que pudo, su ayudante Susi entró en su tienda y lo encontró de rodillas, como si estuviera rezando. Pero tras acercarse se percató de que estaba muerto. Fue un duro golpe para su grupo, que había vivido cantidad de aventuras junto con David.

 

David Livingstone
Primer encuentro entre Stanley y Livingstone

 

Decidieron conservar su cuerpo en sal y devolverlo a Inglaterra. Pero su corazón se quedaría en el lugar al que había pertenecido, África, y lo enterraron bajo un árbol mukwa.

Sus ayudantes más queridos, los indígenas Susi y Chumah, vivirían una aventura más, pues consiguieron ir a Londres para asistir al funeral de su amigo, pero no tendrían forma de volver, quedando atrapados en aquella tierra extraña. Como la Royal Geographical Society se negó en rotundo a pagar sus billetes de vuelta (que majos ellos) tuvieron que esperar semanas hasta que alguien con el alma de su antiguo amigo les pagara el billete.

David Livingstone fue un hombre paciente y modesto, dedicado al descubrimiento y a la lucha contra la esclavitud. Probablemente habría descansado aún más en paz sabiendo que, un mes después de su muerte, la esclavitud seria abolida y prohibida en Zanzíbar. Pude que, de hecho, él tuviera algo que ver con eso. Puede que, después de tantos descubrimientos y de una vida de aventuras y de luchas por una causa justa, decidiera que era el momento de emprender su última gran ruta hacia lo desconocido.

 

David Livingstone
Llevando el cuerpo de Livingstone

Si te gustan las historias de grandes exploradores no dejes de mirar nuestra sección «Historias de aventureros». Nuestra entrega anterior se centró en Charles Darwin ¡Esperamos que os guste!

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Historias de Aventureros (III): Charles Darwin y el único gran viaje

Nuestro aventurero de hoy no necesita presentación. ¿O quizás sí? Y es que, todos le conocemos como el padre de la evolución, el hombre que descubrió el mecanismo de la selección natural de especies. Pero lo que no es tan conocido, es el viaje que dio origen a su descubrimiento. Te propongo una aventura al lugar que le ofreció a Darwin la posibilidad de conocer ese mundo totalmente distinto que la abriría las puertas al conocimiento. Fue allí, en un trocito de tierra en medio del océano Pacífico, donde el joven Charles comenzó su aventura. 

Pero antes, debes saber que Charles Robert Darwin, un joven británico de familia acomodada victoriana, no siempre destacó como buen estudiante de ciencias. Primero quiso seguir los pasos de su padre y se trasladó en 1825 a la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina. Pero no era algo para él. La sangre, las disecciones anatómicas y las operaciones le hacían perder los nervios y ponerse blanco. Viendo que el joven Darwin no tenía futuro en esa profesión, su padre, Robert Darwin, pensó una salida para la vida de su hijo. Se le ocurrió que ser clérigo de la Iglesia anglicana era una buena opción; tranquila y estable. En 1827 se trasladó a la Universidad de Cambridge para probar suerte con los estudios de sacerdocio. Pero tampoco le fue muy bien al joven y desorientado Darwin. Las clases de teología y filosofía no conseguían atraer su atención y prefería aprovechar las horas rodeado de diversión y amigos. 

 

Retrato del joven Charles en 1830

 

Ni la medicina ni la teología consiguieron acaparar su atención. Puede parecer que el joven Darwin estaba perdido y que nada despertaba su interés, pero en realidad no era así. Era un apasionado de la caza y de coleccionar escarabajos, que guardaba en cajas entomológicas. Y aunque su paso por Cambridge pueda parecer una pérdida de tiempo, fue en realidad el origen de todo. Aunque, como dijimos, la teología y la filosofía le hacían los días más largos, decidió ir a algunas ponencias científicas de la universidad y descubrió que le apasionaban. Llegó a conocer a importantes científicos que le introdujeron en el mundo del naturalismo, la geología, la botánica… 

Con el que más amistad hizo fue con el botánico y geólogo John Steves Henslow, el hombre gracias al cual comenzaría la mayor aventura de su vida. En 1831, cuando Darwin consiguió terminar sus estudios en Cambridge, Henslow aprovechó la ocasión para proponerle algo: un viaje a bordo del bergantín HMS Beagle junto al capitán de barco Robert Fitzroy para estudiar los territorios de la Patagonia y la Tierra del fuego, las costas de Perú y Chile y lo que sería el territorio más importante para la carrera del joven Charles, las islas del Pacífico. Nuestro joven científico no tuvo que pensarse mucho la respuesta. 

Robert Darwin, el padre de Charles, se negó a que su hijo participase en el proyecto, pero Josiah Wedgwood, su tío, medió entre ambos y consiguió convencer a Robert. 

 

charles darwin
El navío HMS Beagle

 

Y así comenzó, a sus 22 años, la aventura del que sería, sin saberlo, uno de los naturalistas más importantes del mundo. La aventura duró de 1831 a 1836 y fue en 1835 cuando Darwin pisó suelo isleño de Galápagos. El archipiélago está formado por un conjunto de 20 islas llamadas originalmente las Islas Encantadas.  

Su estancia en la zona duraría cinco semanas y se quedó impresionado con la fauna del lugar: tortugas gigantes, pinzones, sinsontes, iguanas marinas… Observó que en las diferentes islas que formaban el archipiélago de Galápagos, la fauna cambiaba de una a otra. Apreció, por ejemplo, que, dependiendo de la isla, la forma del pico de los pinzones era diferente. Esta observación desembocaría más tarde, en 1859, en su teoría sobre la selección natural y la evolución que explicó en su libro que publicado dos décadas después de su viaje y que llamaría “El origen de las especies”.  

 

charls darwin

 

Darwin escribió acerca de esta isla que “la mayor parte de los seres que en ella viven son aborígenes y no se encuentran en ninguna otra parte”. Fueron muchas las anotaciones y dibujos que apuntó durante su estancia en Galápagos. Pero fue a su vuelta cuando dedicó su vida a analizarlos y a crear su famoso libro. Darwin no viajó nunca más ni volvió a vivir una aventura como la que vivió a bordo del Beagle; fue su único gran viaje, pero bastaría para marcar tanto su vida como la historia de la humanidad. 

 

charles darwin
Estatua de Darwin en el Museo de Historia Natural de Londres

 

El joven Charles Darwin no vivió la época de los grandes descubrimientos, pero vivió la época posterior, la de entenderlos y analizarlos.  

Si te gusta la historia y conocer a través de ella a los protagonistas que vivieron grandes aventuras, la serie «Historia de Aventureros» es para ti. La entrega anterior a esta fue sobre el gran Roy Chapman, el señor de los dinosaurios. Léela y déjate atrapar por la aventura.

roy chapman

Historias de Aventureros (II): Roy Chapman, el señor de los dinosaurios

Roy Chapman Andrews fue ese tipo de personas que inspira historias incluso años después de su muerte. Era el perfecto cliché que todo explorador quiere imitar. De hecho, no es casualidad que inspirara a uno de los más famosos aventureros de la ficción, Indiana Jones. Pero ahora, seguro que te estarás preguntando «¿Qué hizo este señor para ganarse esa fama?» Pues no dejes de leer y comencemos con la fantabulosa historia de Roy Chapman Andrews.

Nacido en Wisconsin en el año 1884, su pasatiempo favorito, aun siendo niño, era explorar los frondosos bosques y campos de la América del norte. Según fue creciendo, su amor por la biología y el naturalismo creció, llegando a graduarse en una rama de la zoología centrada en los mamíferos (la mastozoología, para los amigos). Su sueño era poder explorar sitios lejanos y desarrollar, a la vez, lo que había aprendido en la universidad. Es por ello, por lo que pensó trabajar en el Museo Americano de Historia Natural. El problema fue que no había vacantes para puestos como el que el ansiaba; así que, aceptó el trabajo de conserje esperando que, en algún momento, quedara libre una vacante.

roy chapman

Y tras un tiempo apareció su primera oportunidad: el puesto de taxidermista del museo había quedado libre. Fue gracias a ese puesto que consiguió su primera expedición, recuperar los restos de una ballena varada en las costas de Long Island. Pese a que las condiciones meteorológicas no eran las ideales (hubo una fuerte tormenta que podía enterrar los restos), consiguió recuperar el cuerpo del cetáceo.

Después de este primer trabajo de campo, su pasión por los viajes y la exploración se hicieron aún mayores. Y como la paleontología, a fin de cuentas, está ligada con el naturalismo fue un área que también interesó al bueno de Roy. Es por ello, que convenció al museo para hacer una expedición a Asia en busca de mamíferos y homínidos prehistóricos. Es más, él creía que el origen del hombre se encontraba en Asia (quedarían aún años para encontrar a Lucy, el primer homínido, en África). Pero como esta expedición no era precisamente barata, tuvo que conseguir financiación externa al museo. Entre la gente más conocida que lo financió encontramos a Rockefeller o a William Colgate (sí, el de la pasta de dientes).

Esto llevó a Chapman a realizar hasta cinco viajes por zonas prácticamente desconocidas de Mongolia. Concretamente se centró en los acantilados de Bayazag, en el desierto del Gobi.

roy chapman

No lo tuvo nada fácil, ya que a comienzos de los años 20 la zona era bastante más salvaje y estaba más despoblado de lo que lo está a día de hoy. Tuvo que dejar abandonados más de uno de los coches que llevaba por causas del terreno (no os pongáis nerviosos, también llevaba camellos). Luchó contra tormentas de arena y nieve, así como contra inundaciones. Y más de una vez, le toco desenfundar y usar el arma que llevaba al cinto debido a los ataques de los bandidos de la zona. Puede que no llevara látigo como Indiana Jones, pero el revolver no se lo dejaba nunca en casa, al igual que el mítico sombrero de fieltro.

Pero todas esas desventuras le permitieron hacerse con muchísimo material zoológico, paleontológico, geológico… De hecho, los mejores descubrimientos los hizo gracias a un golpe de suerte. Mientras se dirigía a la zona en la que quería excavar, se equivocó en el camino (no te fijas Roy, todos sabemos que deberías haber seguido por la tercera piedra del desierto a la derecha) y lo que encontró se sigue investigando hasta el día de hoy. Entre los diferentes hallazgos que encontró, se encuentran los primeros huevos de dinosaurio fosilizados, así como sus huesos. A él le debemos el descubrimiento de protoceratops (dinosaurios con cuernos) o de lo velocirraptores. ¿Os imagináis lo triste que sería ver Jurassic Park sin estos enormes pavos de 2 metros?

Por si sentís las ganas de ver esta zona, deciros que es posible, y que a día de hoy no necesitaréis un revolver como el de Roy. Los acantilados de la zona de Bayanzang, en Mongolia, son también conocidos como acantilados llameantes. A pesar de la escasez de bandidos, el sitio no ha cambiado prácticamente nada desde los tiempos de Chapman. Podéis encontrar sitios en la zona para alojaros e incluso un pequeño museo de dinosaurios. Bulgan es el asentamiento más cercano. Pero a más de medio día de camino a través del desierto, está Mandal Ovoo, el otro asentamiento cercano a los acantilados. Al ser un sitio tan apartado, esta es toda una ruta que lleva varios días y en la que tendrás que ir bien abastecido de agua y gasolina. Podéis encontrar excursiones y viajes con expertos que os irán mostrando los restos fósiles que aun hoy están sin extraer por la zona.  Además, el viaje puede ser aprovechado para ver algunas de las tribus nómadas yurtas que habitan por la zona. No son muy numerosas, dado que el sitio apenas tiene señales del paso del ser humano por la zona, pero por ahí andan. Algún día Chapman, algún día…

Pero volviendo a nuestro protagonista, Roy Chapman. Tras sus exitosas expediciones (hablamos en plural porque, aunque parece solo un viaje, eran necesarios permisos del gobierno chino y mongol, que a lo largo de los años paralizaron las excavaciones más de una vez, convirtiendo a la burocracia en su peor enemigo) llegó a convertirse en el director del museo hasta que se jubiló finalmente. Pasó sus últimos días en California, donde escribiría sus memorias, muriendo finalmente en los años 60 a la edad de 76 años. Y esa fue la vida de Roy Chapman Andrews, de conserje a director de museo, siendo la ruta que le llevaría de un punto a otro la mejor parte de su vida, la de viajero aventurero.

Si te gustan las historias de aventureros intrépidos, pásate por la primera entrega «Freya Stark, la Dama de Oriente».

Todas las fotos son propiedad del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York

freya stark

Historias de Aventureros (I): Freya Stark, la dama de Oriente

Freya Stark fue una de esas personas con un afán de conquista salvaje. Fue una de las primeras mujeres que se atrevió a dejar su zona de confort. Se jugó el tipo por ver paisajes que pocos habían visto, atravesando océanos y desiertos para lograrlo. Eso la convirtió en una exploradora notable y en una escritora excepcional.


Pero empecemos por el principio. Freya nació el 31 de enero de 1893 en Paris. De madre italo-germana-polaca y padre inglés, llevaba la vida nómada en sus venas. Su amor por los viajes y el ansia de descubrir nuevos lugares no hizo más que incrementarse con el tiempo. En sus memorias contaba que empezó a soñar con viajar a Asia cuando le regalaron un libro de las mil y una noches cuando aún era pequeña. Y vaya si cumplió con la promesa que se hizo siendo niña. Fue una de las primeras personas no árabes en recorrer gran parte de oriente medio y el desierto Arábigo.

 

 

Pero, lo cierto es que, no lo tuvo nada fácil. Pasó más de una adversidad para llegar a ser conocida como la gran exploradora y aventurera que es hoy día. Quizá sus infortunios empezaron con una visita a la fábrica de su padrastro tras el fallido matrimonio de sus padres. La suerte quiso que se le enganchase el pelo en una de las máquinas de tejer del taller, con catastróficos resultados. Perdió la oreja derecha, una ceja, el párpado, la piel de la sien y parte del cuero cabelludo. Secuelas que la cirugía no pudo corregir. Su imagen característica pasó a ser la de una mujer con el cabello cubriendo el lado derecho de su cara. También usaba sombreros para disimular las cicatrices, pero eso no hacía más que aumentar el aire romántico de explorador que todos tenemos en la cabeza.


Así pues, continuó su vida y se graduó en la escuela de estudios orientales de Londres. Y poco después del fallecimiento de su madre se embarcó rumbo a Beirut (Líbano), donde comenzaría su aventura. En un principio, la idea que impulsó el viaje fue mejorar su árabe. Pero eso cambió al conocer a los drusos. Esta minoría religiosa, que habita algunas zonas de Oriente Medio, estaba envuelta en una revuelta en Siria. Como su filosofía no era ni cristiana ni musulmana, sino una mezcla de ambas, era considerada herejía. Freya rápidamente simpatizó con su causa y cambió sus planes de viaje.

 


Así pues, puso rumbo a Damasco (Siria)… para caer enferma de disentería por las pulgas a su llegada. Fue un mal comienzo, pero esto no detuvo sus andanzas. Sin poder sacarse a los drusos de la cabeza, se repuso y siguió adelante con su búsqueda. Junto a su amiga Venetia Buddicom, el guía Naim y dos mulas, se adentró en el desierto druso. Y no es poca cosa. En aquella época, el desierto estaba bajo control francés debido a los levantamientos y estaba prohibido adentrarse en él. Fueron por caminos secundarios e intentaron cubrir su rastro, pero los militares franceses acabaron pillándolas. Dijeron que la guía de Thomas Cook que llevaban estaba equivocada, pero como os podéis imaginar, no coló.  Las tomaron por espías británicas y las encarcelaron tres días. Pero poco más pudieron hacer y al final las dejaron irse.


Y lo que son las cosas, de vuelta a Damasco consiguieron desviarse lo suficiente para pasar por Qanawat, ciudad donde residía el líder espiritual druso. Este le concedió audiencia y, junto a la noticia de su detención, hizo que su fama estallara por toda Europa.


Una vez terminado este viaje, volvió a Italia solo para caer en cama por una ulcera de colon que la dejó bastante afectada. Pero como ya estaba acostumbrada a contratiempos en torno a su salud, en lugar de lamentarse, aprovecho para estudiar sobre la secta de los asesinos. Si conocéis el videojuego de Assassins creed os sonarán. Descubrió que esta secta era famosa porque sus seguidores, los hashashin, consumían hachís. De hecho, Hassan, el líder de esta secta, ordenó crear un jardín de una belleza sin igual. Contaba con fuentes, frutos y estaba poblado de las huríes más hermosas. Se contaba que Hassan invitaba a sus seguidores al jardín, y cuando estaban saciados de todo lo que pudiera ofrecerles, les decía que solo podrían volver al jardín si morían en combate contra sus enemigos. Tal fama alcanzó la secta por su ferocidad, que la palabra hashashin sería la raíz de la palabra asesino. No obstante, la historia de esta secta terminó cuando Gengis Khan comenzó a expandirse por el territorio y a tomar una por una sus fortalezas.

 

freya stark
Recuperado de http://grandesexploradoresbbva.com

 

Y, como os estará pasando a vosotros ahora, a Freya le fascinó tanto la historia, que empezó a preparar el viaje a la que fue la fortaleza principal de los asesinos en Alamut (Irán). Como en ese momento, el valle donde se encontraba era propiedad privada, tuvo que conseguir permiso del dueño para entrar. Eso le valió muchas miradas de los moradores locales, que nunca habían visto a una mujer occidental. Pero la decepción no tardó en llegar. Cuando llegó no quedaba rastro ni de los asesinos ni de la fortaleza, más allá de unas pocas ruinas. Aunque aprovechó el viaje para hacer mapas de la zona y escribir un libro, lo que la llevaría a obtener la condecoración más alta de la Royal Geographical Society. Intentó encontrar un castillo que hubiese resistido la furia de los mongoles, pero solo consiguió cruzarse con la disentería, que la dejaría en coma un mes. Como ella misma decía, «si hay algo insano en la zona, vendrá hacia mí».


Tras recuperarse de este viaje, sus ansias de explorar no se acabaron, y se decidió por una nueva aventura. En esta, trataría de seguir los pasos de la reina de Saba. Y aunque cayo enferma de sarampión en un campamento, continuó su viaje por Oriente Medio y conoció mejor al pueblo beduino, rechazando sus prácticas esclavistas. Esta etapa de su viaje terminó cuando le dio una angina de pecho, dejando sin descubrir el tesoro por el que emprendió el viaje.


Después, llevó a cabo algunos otros viajes, como el de buscar el puerto perdido de Canáa. Pero tras sentirse desfallecer por el dengue (porque si, en sus otras aventuras menos importantes también cayo enferma), estalló la Segunda Guerra Mundial. Aquí, comenzaría una aventura diferente para ella. Se puso al servicio del Ministerio de Información británico gracias a su conocimiento de la lengua árabe y de la cartografía de la zona. Convirtiéndose así en una pieza clave para los servicios de inteligencia. De hecho, sus conocimientos ayudaron a parar el avance del eje en la zona.


Por desgracia, un golpe de estado pronazi la pilló desprevenida en Bagdad (Irak). Pero después de haber superado tantas adversidades como había hecho, esta solo se convirtió en una más que añadir a la lista. Consiguió provisiones y organizó conciertos y charlas en la embajada de Reino Unido hasta que la ciudad fue finalmente liberada por los británicos.


Una vez terminada la guerra, y con las amistades que había cosechado en Palestina, se interesó por su causa, lo cual la llevo a acusaciones de antisemitismo. Decidió dejar el mundo de la política y volver a su gran pasión, los viajes. Con 75 años, emprendió el último de su vida a Afganistán. Pero no fue allí donde terminarían sus días, pues siguió escribiendo desde su retiro en Asolo (Italia) hasta unos meses después de cumplir 100 añazos.

 

freya stark
Recuperado de The Educated Traveller


Freya fue una persona que se enfrentó a muchas adversidades a lo largo de su paso por este mundo, pero ninguna consiguió frenarla en su ruta. Salió más reforzada y con nuevas ideas para continuar el increíble viaje que fue su vida. Todo un ejemplo de superación y de cómo en ocasiones las adversidades nos impulsan hacia adelante. Cuando vivas y viajes sé valiente y no te detengas, sé como Freya Stark.

 

 

La imagen de portada ha sido recuperada de: The Idle Woman